En la víspera de la misa de entronización como Papa, Francisco se reunió este lunes con la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, lo que se convirtió en la primera audiencia de su pontificado con un jefe de Estado.
De acuerdo con Kirchner, el encuentro fue cordial y distendido, gesto que la prensa internacional interpretó como una nueva faceta y mejoramiento en la relación de Jorge Mario Bergoglio con el matrimonio Kirchner, con quien siempre mantuvo diferendos y confrontaciones.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, señaló que este encuentro privado, donde compartieron un almuerzo, fue un “gesto de cortesía y afecto” del Papa al pueblo argentino.
Pero más allá de las cortesías y los regalos, Fernández de Kirchner declaró a la prensa que pidió al Papa su intercesión para abrir un diálogo entre Reino Unido y Argentina sobre el tema de las islas Malvinas.
Por ser “un tema muy sentido para los argentinos”, la mandataria del país sudamericano pidió a Francisco “su intermediación para conseguir el diálogo en la cuestión de las Malvinas”.
Asimismo, recordó los momentos duros vividos en 1978 con Chile, ambas naciones gobernadas por dictaduras y que estuvieron a punto de llevar a una guerra, sin embargo, dijo, por fortuna en Reino Unido y Argentina hay gobiernos democráticos que permitirán impulsar el diálogo, ya que es “necesario que se cumplan las más de 18 resoluciones de Naciones Unidas para sentarnos a dialogar”.
Añadió:
“Es imprescindible que todos los países cumplan las relaciones de Naciones Unidas, y nuestra instancia al Papa va en esta dirección”
Al final de su declaración, en la que no permitió preguntas, Fernández de Kirchner manifestó que vio a Francisco I “sereno, seguro y tranquilo, en paz”, no obstante, dijo, también lo observó “ocupado y preocupado por la inmensa tarea de conducir el Estado vaticano y el compromiso de cambiar las cosas que él sabe que tiene que cambiar, y ya se han visto en sus gestos y actitudes diferentes y se verán en otras cosas que él decidirá en su oportunidad”.
Por otra parte, esta tarde el presidente mexicano Enrique Peña Nieto arribó a Roma para participar en la misa de entronización del papa Francisco. Durante su viaje, el mandatario hizo declaraciones que recogió la agencia de noticias Notimex, entre ellas que invitará al papa Francisco a visitar México.
Se prevé que el jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, quien también llegó esta tarde a Roma, pida al pontífice que visite la ciudad de México en mayo próximo, como parte del viaje papal a Brasil –donde se celebrará la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ)–, para que acuda a la celebración del 200 aniversario de la Basílica de Guadalupe.
Estos gestos diplomáticos se unirán a la invitación que hizo el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, para que el viaje tenga lugar en mayo próximo.
Rivera Carrera es quien durante su estancia en el Vaticano, primero como partícipe del cónclave y luego en la misa de entronización del papa Francisco, realiza el cabildeo y las gestiones para conseguir la visita de Jorge Bergoglio a México.
El vocero del Vaticano, Federico Lombardi, no descartó ese hecho, pero dijo no tener claro una confirmación.
Sin embargo, de entre las 132 delegaciones hasta hoy presentes en Roma, hay otros presidentes que también harán invitaciones a Francisco, como ya lo hizo Cristina Fernández de Kirchner, además de la presidenta de Brasil, Dilma Rouseff, y el presidente chileno, Sebastián Piñera.
Francisco y los Vatileaks
Lombardi dio a conocer hoy que el papa Francisco ya tiene en sus manos los informes secretos ordenados por Benedicto XVI sobre la guerra entre facciones de la Curia romana, así como presuntos casos de corrupción, pederastia y malos manejos en la banca vaticana, conocidos como Vatileaks.
No obstante, consideró que por cuestiones de tiempo es muy posible que no haya podido leerlos aún.
“Por supuesto que está a disposición del Papa (el informe), pero con tantas cosas como tiene que hacer en estos días, no creo que haya tenido tiempo de leerlo”, dijo.
El reporte final encargado a tres cardenales octagenarios (Julián Herranz, Salvatore Di Giorgi y Josef Tomko) le fue entregado a Benedicto XVI el 25 de febrero, tres días antes de que se hiciera efectiva su renuncia. Entonces, dispuso que los informes quedaran a disposición exclusiva del pontífice que surgiera del cónclave como su sucesor.
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