Análisis: CCT y poder mundial
¿Cómo la clase corporativa transnacional (CCT) mantiene la concentración y el poder de la riqueza en el mundo? El 1% más rico de la población del planeta significa, aproximadamente, 40 millones de adultos. Estas personas constituyen el segmento más rico de las primeras gradas de la población de los países más desarrollados e, intermitentemente, en otras regiones.
La mayor parte de este 1% desempeña trabajos profesionales seguros o labora en actividades asociadas a instituciones del establishment. Aproximadamente 10 millones de estos individuos tienen activos superiores a un millón dólares y unos 100.000 poseen activos financieros mayores a 30 millones de dólares.
Inmediatamente debajo del 1% del primer escalón están quienes trabajan, por lo regular, en corporaciones importantes, gobiernos, negocios propios y variadas instituciones del mundo. Esta primera grada constituye cerca del 30-40 % empleado en el núcleo de los principales países desarrollados y cerca de 30% está en la segunda grada de las economías, mientras el 20% de más abajo corresponde a las economías periféricas (designadas antes como “tercer mundo”). La segunda grada de trabajadores globales representa al creciente ejército de trabajo casual: obreros de fábricas globales, trabajadores de la calle y trabajadores al día empleados intermitentemente, cada vez más con menos ayuda de organizaciones de gobierno y asistencia social.
Estos trabajadores, concentrados sobre todo en las mega-ciudades, corresponden en 30-40% al personal de economías industrializadas centrales y otro 20%, a la segunda grada y a las economías periféricas. Esto deja una tercera grada de alcance mundial de gente indigente, cuyo 30% son adultos en los países centrales y las economías secundarias complementan con 50% de gente de los países periféricos, con oportunidades de renta extremadamente limitadas, que luchan por sobrevivir con algunos dólares por día. Se trata de 2,5 mil millones de personas que viven con menos de dos dólares por día, decenas de miles mueren cada día por desnutrición y enfermedades fácilmente curables, y probablemente, incluso nunca han usado un teléfono.
Como se observa en nuestra muestra del sector minero-extractor y de inversión, las elites corporativas se interconectan a través de vínculos directos en las juntas directivas de las 70 mayores corporaciones multinacionales, organizaciones políticas, grupos mediáticos y otras instituciones académicas o no lucrativas.
La muestra del sector de inversión exhibe vínculos financieros mucho más poderosos que la del sector minero-extractor. No obstante, ambos sectores representan vastas redes de recursos concentrados en los directorios o juntas directivas de cada corporación. El corte de la muestra de directores y recursos de 8 de las corporaciones súper-conectadas replica este modelo de conexiones corporativas en múltiples juntas directivas, por ejemplo, grupos o partidos políticos, grandes medios de información y gobiernos, controlando así extensos recursos globales. Este engranaje de relaciones se repite a través de corporacionestop interconectadas con la clase corporativa transnacional, dando por resultado una red altamente concentrada y poderosa de individuos que comparten el interés común de preservar su dominación de elite.
La investigación sociológica muestra que los directorios entrelazados tienen el potencial de facilitar la cohesión política. Un sentido colectivo de “nosotros” emerge al interior de estas redes de poder, logrando que sus miembros piensen y actúen al unísono, no sólo para ellos mismos y sus corporaciones individuales, sino con un mayor sentido de propósitos “buenos para el orden”, por así decirlo.
Nuestra muestra de 30 compañías altamente conectadas al interior de los directorios ejerce influencia sobre algunos de los más poderosos grupos u organismos que fijan políticas en el mundo, como el Consejo Británico-Americano de Negocios, Consejo de Negocios EEUU-Japón, Business Roundtable, Business Council y Kissinger Institute. Influyen unos diez billones de dólares en recursos monetarios y controlan la vida laboral de muchos cientos de miles de personas. Considerando todo, son una elite de poder por sí mismos, actuando en un mundo de redes de elites de poder, de hecho se comportan como clase dirigente del mundo capitalista.
Por otra parte, esta elite global del 1% domina y controla las empresas de relaciones públicas y los medios corporativos globales, que protegen sus intereses sirviendo a la súper-clase como su máquina de propaganda. Los medios corporativos proporcionan entretenimiento para las masas y tuercen las realidades de la desigualdad. Las noticias corporativas son manejadas por el 1% para mantener las ilusiones de esperanza y exculpar la responsabilidad de los poderosos en tiempos difíciles.
En nuestra muestra, 4 de 30 directores de súper-corporaciones están conectados directamente con compañías de relaciones públicas (RP) y grandes medios. Thomas H. O‘Brien e Ivan G. Seidenberg están en la junta directiva de Verizon Communications, donde Seidenberg es presidente. Verizon reportó más de 110 mil millones de dólares en ingresos de explotación en 2011 [30]. David H. Komansky y Linda Gosden Robinson están en el directorio del Grupo WPP, que se describe a sí mismo como líder mundial en servicios de comunicaciones de marketing, con ganancias totales mayores a 65 mil millones de dólares en 2011. WPP es un conglomerado entre varias de las principales empresas de RP y marketing del mundo, en campos que incluyen publicidad, manejo de inversiones en medios, penetración de consumidores, marca e identidad corporativa, comunicaciones –y propaganda– de atención en salud, conducción de promoción demarketing digital y relaciones de mercadeo.
Incluso, en lo más profundo del 1% de la elite rica está lo que David Rothkopf llama súper-clase. Rothkopf, ex director gerente de Kissinger Associates y comisionado como subsecretario de Comercio para políticas comerciales internacionales, en 2008 publicó su libro “Super-clase: la Elite de Poder Mundial y el Mundo que está Creando”. Según Rothkopf, los superclase constituyen aproximadamente 0,0001 % (1 millonésima) de la población del mundo y comprende a unas 6.000 a 7.000 personas, aunque otros señalan 6.660. Son quienes asisten cada año al Foro de Davos, vuelan o navegan en jet privados y yates, incrustan capital monetario, entrelazan mega-corporaciones, diseñan políticas para la elite del mundo en la cima absoluta de la pirámide del poder mundial.
El 94 % de esta súper-elite es masculina, predominantemente blanca, y, sobre todo, de Norteamérica y Europa. Ésta es la gente que fija las agendas en la Comisión Trilateral, Grupo de Bilderberg, G-8, G-20, OTAN, Banco Mundial y OMC. Provienen de los niveles más altos del capital financiero, corporaciones transnacionales, gobiernos, militares, academia, organizaciones no gubernamentales, líderes espirituales y otras elites en la sombra. Las elites en la sombra incluyen, por ejemplo, las políticas profundas de las organizaciones de seguridad nacional en conexión con los cárteles internacionales de la droga, que anualmente extraen 8.000 toneladas de opio en zonas de guerra de EEUU, después los lavadores de 500 mil millones de dólares que utilizan bancos transnacionales, la mitad de ellos establecidos en Estados Unidos.
Los multimillonarios y el 1% global son similares a los dueños de plantaciones coloniales. Saben que son una pequeña minoría con extensos recursos y poder, pero igual deben preocuparse continuamente de evitar que las masas explotadas estallen en rebelión. Como resultado de esta inseguridad de grupo, los superclase trabajan duro para proteger esta estructura de riqueza concentrada.
La protección del capital es la primera razón por la que ahora los países de la OTAN explican el 85 % de los gastos para defensa del mundo, con EEUU gastando más en militares que el resto del mundo combinado. El temor a rebeliones por la inequidad y otras formas de malestar motivan la agenda global de la OTAN en la guerra antiterrorista. La declaración de la cumbre de OTAN 2012 en Chicago dice:
“Como líderes de la Alianza, estamos determinados a asegurarnos que la OTAN conserve y desarrolle las capacidades necesarias para realizar su esencial tarea central de defensa colectiva, gestión de crisis y cooperación en seguridad y, de tal modo, desempeñar un rol esencial en promover la seguridad del mundo. Debemos resolver esta responsabilidad mientras enfrentamos una aguda crisis financiera y nos corresponde involucrarnos en desafíos geoestratégicos. La OTAN permite que juntos logremos mayor seguridad que si cualquier de la Alianza pudiera actuar solo.
“Confirmamos la importancia de continuar un vínculo transatlántico fuerte y la solidaridad como Alianza, así como la significación de compartir responsabilidades, papeles y riesgos de cara a resolver juntos los desafíos de los aliados norteamericanos y europeos (…) Con confianza nos hemos fijado la meta para las fuerzas de la OTAN 2020: modernas, tropas firmemente conectadas y equipadas, entrenadas, ejercitadas y comandadas de manera que puedan actuar juntas, con los socios, en cualquier ambiente”.
La OTAN está emergiendo rápidamente como la fuerza de policía de la clase corporativa transnacional. Mientras la CCT emergía más decididamente en los años 80, la OTAN comenzaba operaciones más amplias, coincidiendo con el hundimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La OTAN primero se aventuró en los Balcanes, donde continúa presente, y luego se trasladó a Afganistán. La OTAN comenzó una misión de entrenamiento en Iraq en 2005, recientemente condujo operaciones en Libia y, desde julio 2012, considera una acción militar en Siria.
Se ha puesto en claro que los superclase utilizan a la OTAN para su seguridad global. Esto es parte de una estrategia de expansión de la dominación militar de EEUU alrededor del mundo, mientras el imperio militar-industrial-mediático EEUU/OTAN actúa al servicio a la clase corporativa transnacional para la protección del capital internacional dondequiera en el mundo.
Los sociólogos William Robinson y Jerry Harris anticiparon esta situación en 2000, cuando describieron “un cambio del estado de bienestar social al estado de control social (policía) ahíto de la extensión dramática de las fuerzas de seguridad pública y privada, el encarcelamiento masivo de poblaciones excluidas (desproporcionadamente minoritarias), nuevas formas de apartheid social… y legislación anti-inmigrante”. La teoría de Robinson y Harris predijo exactamente la agenda de la superclase global de hoy, incluyendo:
● Continuación del presidente Obama de la agenda del estado policial de los gobiernos de sus predecesores, George W. Bush, Bill Clinton y George H.W. Bush.
● Agenda de dominación global, de largo alcance, de los superclase, que utiliza fuerzas militares de EEUU/OTAN para desalentar la resistencia de los Estados y mantener políticas internas de represión, al servicio del mantenimiento del orden del sistema capitalista.
● Y la consolidación continua del capital en todo el mundo, sin interferencias de gobiernos ni de movimientos sociales igualitarios.
Además, esta agenda condujo a la pauperización posterior de la mitad más pobre de la población del mundo, y a una inexorable caída en espiral de los salarios para todo el mundo de la segunda grada, e incluso para algunos de adentro del primer escalón]. Este es un mundo que hace frente a crisis económicas, donde la solución neoliberal es gastar menos en necesidades humanas y más en seguridad. Es un mundo de las instituciones financieras comportándose como enajenadas, donde la respuesta a la quiebra consiste en imprimir más dinero mediante facilitaciones cuantitativas, con billones de nuevos dólares produciendo inflación.
Como dice Andrew Kollin en State Power and Democracy “hay una dimensión orwelliana en la perspectiva del gobierno (primero Bush y después Obama), que eligió desatender la ley y, en su lugar, crear decretos para legitimar acciones ilegales, dándose permiso a sí mismo para actuar sin ninguna apariencias de compartir el poder de acuerdo con la Constitución o el derecho internacional”.
Y en Globalization and the Demolition of Society, Dennis Loo escribe: “Al final de cuentas la división fundamental de nuestra sociedad es entre aquellos cuyos intereses descansan en la dominación y sus planes de monopolizar la sociedad y los recursos del planeta y entre aquellos interesados en la explotación de aquellos recursos para el beneficio de todos, no de algunos” .
El movimiento Ocupa utiliza como concepto principal la consigna “el 1% versus el 99%” en sus manifestaciones, disrupciones y desafíos a las prácticas de la clase corporativa transnacional, en cuyo interior los superclase globales constituyen un elemento clave para llevar a cabo la agenda de la súper-elite para la guerra permanente y el control social total. Occupy es exactamente lo que más temen los superclase, un movimiento democrático global que denuncie la agenda de la TCC y la continuación del teatro de las elecciones del gobierno, donde los protagonistas sólo pueden cambiarse el vestuario pero siguen siendo lo mismo. Mientras Occupy más rechace cooperar con la agenda de la CCT y movilice más activistas, es más probable que el sistema entero de dominación de la CCT caiga de rodillas bajo el poder popular de movimientos democráticos.
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