"LIBERTAD ES SEGURIDAD"
Apatía es traición
"El estado dice que eres libre, pero libre para hacer lo que ellos te impongan. La libertad es el derecho de cada persona para ejercer su propia voluntad y conciencia sin oprimir la voluntad y conciencia del prójimo; Y NO la de ser sujeto a la voluntad de una burocracia de un gobierno"
“Voluntad es la fuente de tu fuerza y el miedo es el enemigo de tu voluntad”
Ignorancia es inflación
Apatía es traición
Alberto Nájar
Por lo menos desde 2003 está a la caza de ancianas que viven solas, a quienes convence de abrir la puerta de su casa. Luego las estrangula. Es el Mataviejitas, un asesino serial cuya existencia fue negada durante más de un año. La procuraduría capitalina le atribuye cinco homicidios, pero el número podría ser mayor: en los últimos dos años 44 ancianas han sido asesinadas, y sólo nueve casos han sido resueltos. Entre los restantes podría estar la mano de este homicida
Ilustración: Diego Molina |
Sábado en Tlatelolco. Un ambiente de profunda desconfianza se alcanza a percibir en las afueras del edificio estado de Hidalgo, uno de los más maltratados del conjunto habitacional.
Hace menos de 48 horas en el departamento 402 apareció el cadáver de Guadalupe Oliveira Contreras, de 84 años de edad. La víctima más reciente del asesino serial conocido como el Mataviejitas.
Doña Lupita, como la llamaban sus vecinos, fue sepultada un día antes en el Panteón Civil de San Nicolás Tolentino, en Iztapalapa. Una jornada triste donde la indignación se concentró en la Policía Judicial capitalina que se había comprometido a cuidar de los ancianos de Tlatelolco.
Al menos esa fue la oferta en las dos pláticas que los agentes dieron a los vecinos de la tercera edad, cuenta un vendedor de periódicos cuyo puesto está próximo al edificio donde ocurrió el crimen. "Mandaron varias patrullas que estaban aquí todo el día, pero se fueron; yo creo que se aburrieron", dice.
Meses después murió doña Lupita, la segunda víctima del Mataviejitas en Tlatelolco. La primera fue María Dolores Martínez Benavides, maestra de secundaria de 70 años a quien meses antes el presidente Vicente Fox había entregado un reconocimiento por sus 50 años de actividad.
El premio incluyó un cheque por 40 mil pesos que la profesora tenía intención de devolver, declaró su hermana María Guadalupe, pues no estaba de acuerdo en el trato presidencial al magisterio. El documento se extravió.
Semanas después del homicidio de la profesora, ocurrió otro en la colonia Santa María La Ribera, vecina de Tlatelolco. Al igual que en la muerte de la maestra y de doña Lupita, la víctima fue estrangulada en su domicilio, sin forzar la chapa de las puertas y con el aparente móvil del robo. Las cantidades hurtadas, sin embargo, han sido menores.
Es el sello personal del Mataviejitas, a quien la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) atribuye, hasta ahora, cinco asesinatos aunque de acuerdo con sus propias investigaciones el número podría ser mayor: en abril de este año se identificaron las mismas huellas en cuatro homicidios de ancianas, las cuales aparecieron de nuevo en tres más.
Al mismo tiempo, el procurador capitalino Bernardo Bátiz reconoció que entre los 34 casos no resueltos existen varios donde sólo se encontraron fragmentos de huellas, que podrían pertenecer al asesino serial. Una de éstas, incluso, fue ubicado en un robo ocurrido en la delegación Venustiano Carranza... Hace más de año y medio.
Sin embargo, al margen de las cifras lo cierto es que la mera existencia de un asesino serial de ancianas muestra que algo se descompone en la sociedad capitalina, afirma el director del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), Pedro Borda Hartmann.
"No importa que sean 30 o 40, sino que se trata de seres humanos que tristemente terminan sus días de esta forma", subraya. "Entre los ancianos hay miedo porque cualquiera puede ser víctima, nos hemos deshumanizado mucho en esta ciudad".
Desde la aparición del asesino serial, explica Borda Hartmann, la vida de los ancianos capitalinos ya no es la misma. "Antes a los clubes sociales del Instituto llegaban cada uno por su cuenta, pero ahora lo hacen acompañados; incluso hemos tenido que ir por ellos en camiones rentados hasta sus casas".
Son los menos vulnerables, reconoce el funcionario. "Hay miles que viven solos, abandonados por su familia. A ellos, ¿quién los acompaña o está pendiente de su vida?. Lo único que tienen es soledad, por eso cuando alguien les habla se confían de inmediato".
Entre ellos, subraya, se encuentran las víctimas del Mataviejitas.
Pedro Borda suele comparar las muertes de ancianas con los feminicidios de Ciudad Juárez, algo que disgusta al Gobierno del Distrito Federal (GDF) que durante un año negó sistemáticamente la existencia del Mataviejitas. De hecho, el entonces jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador calificó el asunto como una maniobra política para atacarle, envuelta su administración en la polémica de los videoescándalos y el proceso de desafuero. "Quieren ensuciar el programa de los adultos mayores, les molesta mucho a los adversarios", dijo en noviembre pasado.
Y sí. A mediados de agosto los diputados locales panistas Mariana Gómez del Campo y Obdulio Avila aprovecharon la polémica desatada por el asesino serial para anunciar una campaña de protección a los adultos mayores de la capital, la cual consistía básicamente en la entrega de cadenas de seguridad para puertas.
Nada nuevo, pues desde hace varios meses el Inapam se dedica a lo mismo con resultados diferentes: mientras los panistas juran haber regalado 200 cadenas en poco más de un mes, el Instituto ha entregado 10 mil en menos de un año.
Además existen dudas sobre la existencia real del programa blanquiazul. Por lo menos en dos ocasiones, Masiosare solicitó acompañar a la diputada Gómez en la entrega de sus cadenas de seguridad, pero nunca hubo respuesta.
Como quiera que sea, lo cierto es que al final la PGJDF se rindió ante las evidencias. A mediados de agosto, el procurador Bátiz reconoció la existencia del Mataviejitas y anunció un operativo especial para su captura, el cual incluye la difusión de dos retratos hablados del homicida y la petición a los capitalinos para denunciarle.
Hace menos de 48 horas en el departamento 402 apareció el cadáver de Guadalupe Oliveira Contreras, de 84 años de edad. La víctima más reciente del asesino serial conocido como el Mataviejitas.
Doña Lupita, como la llamaban sus vecinos, fue sepultada un día antes en el Panteón Civil de San Nicolás Tolentino, en Iztapalapa. Una jornada triste donde la indignación se concentró en la Policía Judicial capitalina que se había comprometido a cuidar de los ancianos de Tlatelolco.
Al menos esa fue la oferta en las dos pláticas que los agentes dieron a los vecinos de la tercera edad, cuenta un vendedor de periódicos cuyo puesto está próximo al edificio donde ocurrió el crimen. "Mandaron varias patrullas que estaban aquí todo el día, pero se fueron; yo creo que se aburrieron", dice.
Meses después murió doña Lupita, la segunda víctima del Mataviejitas en Tlatelolco. La primera fue María Dolores Martínez Benavides, maestra de secundaria de 70 años a quien meses antes el presidente Vicente Fox había entregado un reconocimiento por sus 50 años de actividad.
El premio incluyó un cheque por 40 mil pesos que la profesora tenía intención de devolver, declaró su hermana María Guadalupe, pues no estaba de acuerdo en el trato presidencial al magisterio. El documento se extravió.
Semanas después del homicidio de la profesora, ocurrió otro en la colonia Santa María La Ribera, vecina de Tlatelolco. Al igual que en la muerte de la maestra y de doña Lupita, la víctima fue estrangulada en su domicilio, sin forzar la chapa de las puertas y con el aparente móvil del robo. Las cantidades hurtadas, sin embargo, han sido menores.
Es el sello personal del Mataviejitas, a quien la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) atribuye, hasta ahora, cinco asesinatos aunque de acuerdo con sus propias investigaciones el número podría ser mayor: en abril de este año se identificaron las mismas huellas en cuatro homicidios de ancianas, las cuales aparecieron de nuevo en tres más.
Al mismo tiempo, el procurador capitalino Bernardo Bátiz reconoció que entre los 34 casos no resueltos existen varios donde sólo se encontraron fragmentos de huellas, que podrían pertenecer al asesino serial. Una de éstas, incluso, fue ubicado en un robo ocurrido en la delegación Venustiano Carranza... Hace más de año y medio.
Sin embargo, al margen de las cifras lo cierto es que la mera existencia de un asesino serial de ancianas muestra que algo se descompone en la sociedad capitalina, afirma el director del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), Pedro Borda Hartmann.
"No importa que sean 30 o 40, sino que se trata de seres humanos que tristemente terminan sus días de esta forma", subraya. "Entre los ancianos hay miedo porque cualquiera puede ser víctima, nos hemos deshumanizado mucho en esta ciudad".
Desde la aparición del asesino serial, explica Borda Hartmann, la vida de los ancianos capitalinos ya no es la misma. "Antes a los clubes sociales del Instituto llegaban cada uno por su cuenta, pero ahora lo hacen acompañados; incluso hemos tenido que ir por ellos en camiones rentados hasta sus casas".
Son los menos vulnerables, reconoce el funcionario. "Hay miles que viven solos, abandonados por su familia. A ellos, ¿quién los acompaña o está pendiente de su vida?. Lo único que tienen es soledad, por eso cuando alguien les habla se confían de inmediato".
Entre ellos, subraya, se encuentran las víctimas del Mataviejitas.
Pedro Borda suele comparar las muertes de ancianas con los feminicidios de Ciudad Juárez, algo que disgusta al Gobierno del Distrito Federal (GDF) que durante un año negó sistemáticamente la existencia del Mataviejitas. De hecho, el entonces jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador calificó el asunto como una maniobra política para atacarle, envuelta su administración en la polémica de los videoescándalos y el proceso de desafuero. "Quieren ensuciar el programa de los adultos mayores, les molesta mucho a los adversarios", dijo en noviembre pasado.
Y sí. A mediados de agosto los diputados locales panistas Mariana Gómez del Campo y Obdulio Avila aprovecharon la polémica desatada por el asesino serial para anunciar una campaña de protección a los adultos mayores de la capital, la cual consistía básicamente en la entrega de cadenas de seguridad para puertas.
Nada nuevo, pues desde hace varios meses el Inapam se dedica a lo mismo con resultados diferentes: mientras los panistas juran haber regalado 200 cadenas en poco más de un mes, el Instituto ha entregado 10 mil en menos de un año.
Además existen dudas sobre la existencia real del programa blanquiazul. Por lo menos en dos ocasiones, Masiosare solicitó acompañar a la diputada Gómez en la entrega de sus cadenas de seguridad, pero nunca hubo respuesta.
Como quiera que sea, lo cierto es que al final la PGJDF se rindió ante las evidencias. A mediados de agosto, el procurador Bátiz reconoció la existencia del Mataviejitas y anunció un operativo especial para su captura, el cual incluye la difusión de dos retratos hablados del homicida y la petición a los capitalinos para denunciarle.
En la cacería participan todos, incluso los elementos de la Secretaría de Seguridad Pública, cuyas patrullas tienen en sus ventanas retratos del asesino.
Según Bátiz y el fiscal para Investigación de Homicidios de la Procuraduría, Guillermo Zayas González, la identificación del asesino serial está próxima, aunque la muerte de doña Lupita, sin embargo, pone en entredicho los resultados de la cacería.
Mientras, los vecinos del edificio estado de Hidalgo miran con recelo a los extraños, al grado de impedir incluso el acceso al edificio. Hay razones para la desconfianza: Tlatelolco es, desde hace rato, territorio de caza para el Mataviejitas.
Las dudas del procurador antes del homicida de ancianas, el último asesino serial que oficialmente existió en la ciudad de México, fue Gregorio Cárdenas, El Goyo, responsable de la muerte de al menos ocho mujeres.
Fue un caso con final feliz: en prisión, Cárdenas obtuvo el título de abogado, y al cumplir su condena se dedicó a la defensa de internos de escasos recursos.
Ha sido, hasta el momento, el único convicto a quien se permitió usar la tribuna de la Cámara de Diputados, invitado en su momento para demostrar el éxito del programa mexicano de rehabilitación de delincuentes.
Un final así no parece ser el futuro del Mataviejitas, de quien hasta ahora la procuraduría capitalina no ha definido oficialmente si se trata de una mujer robusta o un hombre disfrazado de enfermera.
Vamos, ni siquiera se ha establecido (al menos en el discurso a los medios de comunicación) si se trata de una o dos personas. La prueba es la difusión de dos retratos hablados del o los presuntos homicidas.
Extraoficialmente, sin embargo, en la procuraduría se tiene la certeza de que el Mataviejitas está cercado... O al menos así era hasta hace dos semanas, antes del homicidio de doña Lupita.
De hecho, el crimen de Tlatelolco subraya las dificultades que ha tenido la PGJDF para enfrentar el caso. En agosto pasado, el Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe) presentó un estudio sobre lo que podría ser el perfil sicológico del asesino serial que se basaba en el caso del colombiano Luis Alfredo Garavito, sentenciado en su país por asesinar a 192 niños.
El móvil de los crímenes fue un extraño sentimiento de compasión hacia sus víctimas, quienes en su mayoría eran huérfanos de la guerra civil que se libra en Colombia.
El mismo sentimiento del Mataviejitas, establece el Inacipe en su documento: una extraña compasión por las ancianas, la necesidad de sacarlas del sufrimiento y abandono familiar. El perfil contrasta con el de la Procuraduría que busca, en cambio, a una persona de unos 45 años de edad, resentida por algún abuso temprano e incluso "con tendencias homosexuales".
Las deducciones del Inacipe incluían un dato que fue criticado por el procurador Bátiz: la advertencia de que el asesino serial atacaría de nuevo en septiembre.
Así fue. Guadalupe Oliveira murió dos días antes de concluir el mes. La PGJDF decidió, entonces, firmar un convenio de colaboración con el Instituto, sin descartar la posibilidad de solicitar apoyo al gobierno federal. Llega tarde. De acuerdo con Pedro Borda hace tiempo que la Policía Federal Preventiva (PFP) se involucró en el caso, a partir de un convenio con el Inapam para brindar asesoría y consejos sobre seguridad personal a sus afiliados.
Y también, de paso, husmear en el asunto. Una de las teorías iniciales de la PFP planteada a Borda por el fallecido comisionado, Tomás Valencia Angeles fue que detrás de los homicidios de ancianas existiría el objetivo de apoderarse de sus propiedades, hipótesis descartada por la procuraduría capitalina. "No hay indicios de que esto suceda", advierte el fiscal Guillermo Zayas. "Además, no podrían quedarse con los inmuebles porque están sujetos a un proceso judicial".
Lo que sí existe, reconoce, es la colaboración de la PFP que incluso ha compartido información con la Fiscalía de Homicidios. La enfermera ya no ataca.
Al grupo le llaman Parques y Jardines. Integrado por tres células de agentes de la Policía Judicial capitalina, desde hace un par de meses vigila mercados, iglesias, centros de salud y en general los sitios donde acostumbran reunirse personas de la tercera edad.
No es una vigilancia al azar. De acuerdo con el fiscal Zayas González, el operativo se aplica en las zonas donde, de acuerdo con denuncias recibidas por teléfono, son frecuentadas por el Mataviejitas. Allí, los policías actúan disfrazados.
La tarea no es fácil. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática, en la ciudad de México viven 847 mil adultos mayores, de los cuales unos 45 mil viven solos.
Son éstos las víctimas potenciales del asesino serial quien, por cierto, cambió su modus operandi ante la masiva difusión de su retrato hablado.
Ahora, explica el director del Inapam, el homicida suele acercase a los ancianos con el pretexto de vender filtros de agua, realizar una encuesta o simplemente para ayudar a cargar las bolsas con la compra en el mercado.
El uniforme blanco pasó a la historia, como se demostró en el crimen de Tlatelolco: de acuerdo con un vecino de doña Lupita, el Mataviejitas vestía pantalón de mezclilla y suéter rojo. No existe, empero, la certeza de que ésta sea la nueva apariencia del asesino serial que hasta ahora ha sido lo suficientemente hábil para evadir el cerco policiaco tendido en su alrededor el cual, paradójicamente, no puede ser muy estrecho pues existe el riesgo de que se escape.
Entre los agentes asignados al caso existe la creencia de que, por su mismo perfil sicológico, el Mataviejitas no puede dejar de actuar y de ahí la insistencia de la PGJDF para que se denuncie cualquier hecho fuera de lo normal.
"Hay que tener cuidado, es un tipo listo. Si siente nuestros pasos se nos pela", reconoce un policía judicial asignado al caso.
Un baile para el Mataviejitas
Nereidas es el danzón que más parejas convoca a la pista en la Plaza de la Ciudadela, en el centro de la ciudad de México.
Allí funciona desde hace 15 años una escuela de ese baile a la que asisten sobre todo personas de la tercera edad, quienes han formado una comunidad unida, atenta a la salud y vida de cada uno de sus integrantes.
Son alumnos fieles, puntuales a cada una de las clases o las citas sabatinas para echarse un taconazo en el reducido espacio de un mosaico.
A principios de este año el asesino serial estuvo a punto de echar a perder el curso, cuando las ancianas dejaron de asistir. El miedo sustituyó al danzón, y era lógico.
"Están muy pendientes de lo que pasa con las personas de su edad, sobre todo por las becas y programas de ayuda", explica Luisa Benítez, nieta de una de las alumnas. "Además, todos se conocen y cuando muere alguien la noticia se esparce con rapidez; imagínese si se trata de un homicidio".
Poco a poco, la calma regresó a la Ciudadela, aunque no todos los alumnos han regresado. "Faltan algunas abuelitas a las que sus familias no dejan venir", explica la adolescente Benítez. "Ni modo, varios se quedaron sin pareja".
Mientras, los vecinos del edificio estado de Hidalgo miran con recelo a los extraños, al grado de impedir incluso el acceso al edificio. Hay razones para la desconfianza: Tlatelolco es, desde hace rato, territorio de caza para el Mataviejitas.
Las dudas del procurador antes del homicida de ancianas, el último asesino serial que oficialmente existió en la ciudad de México, fue Gregorio Cárdenas, El Goyo, responsable de la muerte de al menos ocho mujeres.
Fue un caso con final feliz: en prisión, Cárdenas obtuvo el título de abogado, y al cumplir su condena se dedicó a la defensa de internos de escasos recursos.
Ha sido, hasta el momento, el único convicto a quien se permitió usar la tribuna de la Cámara de Diputados, invitado en su momento para demostrar el éxito del programa mexicano de rehabilitación de delincuentes.
Un final así no parece ser el futuro del Mataviejitas, de quien hasta ahora la procuraduría capitalina no ha definido oficialmente si se trata de una mujer robusta o un hombre disfrazado de enfermera.
Vamos, ni siquiera se ha establecido (al menos en el discurso a los medios de comunicación) si se trata de una o dos personas. La prueba es la difusión de dos retratos hablados del o los presuntos homicidas.
Extraoficialmente, sin embargo, en la procuraduría se tiene la certeza de que el Mataviejitas está cercado... O al menos así era hasta hace dos semanas, antes del homicidio de doña Lupita.
De hecho, el crimen de Tlatelolco subraya las dificultades que ha tenido la PGJDF para enfrentar el caso. En agosto pasado, el Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe) presentó un estudio sobre lo que podría ser el perfil sicológico del asesino serial que se basaba en el caso del colombiano Luis Alfredo Garavito, sentenciado en su país por asesinar a 192 niños.
El móvil de los crímenes fue un extraño sentimiento de compasión hacia sus víctimas, quienes en su mayoría eran huérfanos de la guerra civil que se libra en Colombia.
El mismo sentimiento del Mataviejitas, establece el Inacipe en su documento: una extraña compasión por las ancianas, la necesidad de sacarlas del sufrimiento y abandono familiar. El perfil contrasta con el de la Procuraduría que busca, en cambio, a una persona de unos 45 años de edad, resentida por algún abuso temprano e incluso "con tendencias homosexuales".
Las deducciones del Inacipe incluían un dato que fue criticado por el procurador Bátiz: la advertencia de que el asesino serial atacaría de nuevo en septiembre.
Así fue. Guadalupe Oliveira murió dos días antes de concluir el mes. La PGJDF decidió, entonces, firmar un convenio de colaboración con el Instituto, sin descartar la posibilidad de solicitar apoyo al gobierno federal. Llega tarde. De acuerdo con Pedro Borda hace tiempo que la Policía Federal Preventiva (PFP) se involucró en el caso, a partir de un convenio con el Inapam para brindar asesoría y consejos sobre seguridad personal a sus afiliados.
Y también, de paso, husmear en el asunto. Una de las teorías iniciales de la PFP planteada a Borda por el fallecido comisionado, Tomás Valencia Angeles fue que detrás de los homicidios de ancianas existiría el objetivo de apoderarse de sus propiedades, hipótesis descartada por la procuraduría capitalina. "No hay indicios de que esto suceda", advierte el fiscal Guillermo Zayas. "Además, no podrían quedarse con los inmuebles porque están sujetos a un proceso judicial".
Lo que sí existe, reconoce, es la colaboración de la PFP que incluso ha compartido información con la Fiscalía de Homicidios. La enfermera ya no ataca.
Al grupo le llaman Parques y Jardines. Integrado por tres células de agentes de la Policía Judicial capitalina, desde hace un par de meses vigila mercados, iglesias, centros de salud y en general los sitios donde acostumbran reunirse personas de la tercera edad.
No es una vigilancia al azar. De acuerdo con el fiscal Zayas González, el operativo se aplica en las zonas donde, de acuerdo con denuncias recibidas por teléfono, son frecuentadas por el Mataviejitas. Allí, los policías actúan disfrazados.
La tarea no es fácil. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática, en la ciudad de México viven 847 mil adultos mayores, de los cuales unos 45 mil viven solos.
Son éstos las víctimas potenciales del asesino serial quien, por cierto, cambió su modus operandi ante la masiva difusión de su retrato hablado.
Ahora, explica el director del Inapam, el homicida suele acercase a los ancianos con el pretexto de vender filtros de agua, realizar una encuesta o simplemente para ayudar a cargar las bolsas con la compra en el mercado.
El uniforme blanco pasó a la historia, como se demostró en el crimen de Tlatelolco: de acuerdo con un vecino de doña Lupita, el Mataviejitas vestía pantalón de mezclilla y suéter rojo. No existe, empero, la certeza de que ésta sea la nueva apariencia del asesino serial que hasta ahora ha sido lo suficientemente hábil para evadir el cerco policiaco tendido en su alrededor el cual, paradójicamente, no puede ser muy estrecho pues existe el riesgo de que se escape.
Entre los agentes asignados al caso existe la creencia de que, por su mismo perfil sicológico, el Mataviejitas no puede dejar de actuar y de ahí la insistencia de la PGJDF para que se denuncie cualquier hecho fuera de lo normal.
"Hay que tener cuidado, es un tipo listo. Si siente nuestros pasos se nos pela", reconoce un policía judicial asignado al caso.
Un baile para el Mataviejitas
Nereidas es el danzón que más parejas convoca a la pista en la Plaza de la Ciudadela, en el centro de la ciudad de México.
Allí funciona desde hace 15 años una escuela de ese baile a la que asisten sobre todo personas de la tercera edad, quienes han formado una comunidad unida, atenta a la salud y vida de cada uno de sus integrantes.
Son alumnos fieles, puntuales a cada una de las clases o las citas sabatinas para echarse un taconazo en el reducido espacio de un mosaico.
A principios de este año el asesino serial estuvo a punto de echar a perder el curso, cuando las ancianas dejaron de asistir. El miedo sustituyó al danzón, y era lógico.
"Están muy pendientes de lo que pasa con las personas de su edad, sobre todo por las becas y programas de ayuda", explica Luisa Benítez, nieta de una de las alumnas. "Además, todos se conocen y cuando muere alguien la noticia se esparce con rapidez; imagínese si se trata de un homicidio".
Poco a poco, la calma regresó a la Ciudadela, aunque no todos los alumnos han regresado. "Faltan algunas abuelitas a las que sus familias no dejan venir", explica la adolescente Benítez. "Ni modo, varios se quedaron sin pareja".
"En una era de engaño universal, decir la verdad se convierte en acto revolucionario”
"Puedes creer que tus acciones no son relevantes y que no van a ayudar, pero no es excusa. Debes de actuar"
"Aquel que sacrifica la libertad por seguridad no tendrá ninguna de ellas"
Tyler Durden
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